sábado, 2 de abril de 2011

CAPITULO 1-1

LA TRAVESÍA DEL MAGO BLANCO

Por. Luis Mario Hernández

" De la busqueda de la Corona de Efftrand-Tored y la Caida del Reino Oscuro"

1. LOS MAGOS DE ELF

"Hay un rumor en el aire; es un rumor fuerte que baja de las montañas frías de Ith y que el viento lleva con mesura hasta los confines recónditos de los reinos de Nórdica. Los reyes preguntan por el rumor, los sabios responden con prudencia, los aldeanos lo esperan con una extraña ansiedad...-Los magos vienen, los magos de Elf han vuelto- gritan los niños por las calles estrechas de las aldeas. Ellos vienes con sus varas de luz y los pozos secos se llenan de agua fresca, y los campos yermos se llenan de vida, y en los bosques tenebrosos entra la luz del sol nuevamente...Todo lo malo se va espantado por la tenue luz de las altas varas, todo miedo se esconde silencioso bajo las frías piedras esperando que ellos no los encuentren; son esperanzas más que verdades. Los niños corren alegres cantando las proezas de los magos de antaño, los mayores esperan trémulos y expectantes, ellos saben que una guerra está cerca; sólo por eso han vuelto los magos de Elf: Ordorug ha regresado..."

Mientras miraba los reinos lejanos desde las altas montañas de Ith, Argarth, el de blancas ropas, meditaba de nuevo a causa de sus tormentosos sueños. Los cuerpos miserables que se consumían en las hogueras gemían con voz horrible: salvadnos, curadnos, protegednos…. los gritos se internaban en su cuerpo con desespero; buscaban refugio en la luz de su alma, allí reposaban como niños que huyen de las bestias de los bosques que los asechan en las noches de luna llena. Agarth las protegía, se conmovía mientras él mismo trataba de escapar de sus tormentosos gemidos, los cuales con cada sueño se hacían cada vez más y más insoportables. Luego, las voces se hacían débiles, como sin aliento, como si entraran en un profundo sueño que las consumía lentamente; allí morían calcinadas, otras empaladas y desgarradas por los picos de los negros cuervos, otras ahogadas por el agua gélida de los lagos profundos donde nunca nadie las escuchará, tan sólo él, que con su humildad trataba en vano de darles algo de alivio antes de su fuga por el firmamento estrellado. Entonces, un canto, una palabra de sanación, un alivio momentáneo podría él brindarles, mientras algo de sí mismo se iba junto a ellas al mundo de la luz, donde regresamos a la fuente de todo lo creado.

Las almas se consumen, los cuerpos se deshacen, los llantos son cada vez más seguidos; Agarth sabía que Ordorug, el infiel al pacto, trataba con paciencia de abrirse paso entre su tumba de magma para salir a buscar aquel tesoro por el que había sido capaz de dejarlo todo abandonado y revelarse contra los primeros señores. Sí, el que alguna vez fue protector de las tierras lejanas de Sireug despertaba de nuevo de las profundidades de las islas de Amorgorog en el extremo Sur, con la única promesa de levantarse contra los reinos de Nórdica y reclamar el tesoro del mundo. Su despertar arrasó con los débiles reinos de las tierras sureñas de la mano de su esclavo Canopoulus, quien tras la caída de los cuatro tronos, siguió su avance hasta conquistar el reino lejano de Ferith-Utmea más allá de las montañas de que colindaban con Kamicrogseum, la ciudad de la alta muralla. Sabía el archimago de los planes de Ordorug, quien esclavizando a la gente del Surdeath, como se llama a las tierras del extremo Sur, construyó una ciudad imponente muy cerca donde antes se alzaban las tres torres de Arag-Utum, el primero de los tronos que se inclinó ante sus hechiceros. Con miedo levantó los cimientos de Onth-Orag, que en la primera lengua significa el reino oscuro, pero que los esclavos llamaban Ígneos, ya que parecía aquello un gran y yermo volcán en medio de la tierra. Un reino de torturas, de trabajo fatigante en las minas y en los campos, un desaliento que consumía el alma y la dejaba sin fuerzas, sin esperanza, sin vida. El reino era imponente sí, pero todo aquello que crecía a su alrededor, carecía de vitalidad, de sentido, eran como entes que caminaban con un vacio en su alma, ya no eran ellos, eran siervos de una frustración y desasosiego que los consumía, de un miedo que los gobernaba, eran ellos los esclavos de Ordorug de Sireug, el infiel al pacto.

Entonces Agarth, el de blancas ropas, entendió en medio de su meditación que debía partir de la tranquilidad de Ith rumbo al extremo Sur, de la misma manera que el sabio Elf atravesó el mundo desconocido para llevar el alma de Ordorug encerrada en una esfera protegida por los sellos de los sabios. Pero ésta vez la carga de Agarth sería su pena misma, y el peso de haber ignorado por tantos años aquellas voces que se metían en sus sueños tratando de buscar un alivio a sus penas. Sí, debía partir, pero aquello le abrumaba el alma tanto como sus sueños, pero la decisión había sido tomada, al regresar sus aprendices partiría desde Guth rumbo al Sur en busca de la joya de los Tored, el tesoro roto por Canopoulus, senescal del reino oscuro.

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